Texto: Umberto Pérez
Fotos: Andrés Wolf
En Bogotá pasan cosas raras e impensadas, como un concierto de una banda de tributo a The Police liderada por el guitarrista de The Police y llamada Call The Police, y además, como si lo anterior fuera poco, con el baterista de Os Paralamas Do Sucesso. En tiempos de sobreoferta de espectáculos con las artistas más escuchadas en las plataformas de reproducción abarrotando estadios y arenas, similares a las que él mismo llenó durante años, Andy Summers ha optado por volver a terciarse la guitarra para tocar en lugares pequeños y en países a los que en la década de los 80 The Police sólo llegó en forma de discos, hits radiales y bandas de imitación que innegablemente, y en parte, se debieron a su sonido. Omitiré mencionarlas por su obviedad.
Nunca me gustó el nombre. Dizque The Police. ¿A qué banda de rock se le ocurre llamarse como la antítesis del rock mismo y de lo que encarna, que no es otra cosa que la libertad? Tampoco me gustó nunca su cantante y compositor con sus prácticas burguesas y orientales. ¡Cuánta soberbia!, pensaba yo cada vez que lo escuchaba o leía algo sobre él. Y, a diferencia de gente que quiero mucho, nunca reparé en los bateristas (el mejor amigo del músico, dijo García en alguna ocasión). Pero los años me fueron revelando que todavía puedo ser más blando de lo que me sigo creyendo. De modo que resistirme a las canciones y los discos de The Police, Sting, las bandas sonoras de Stewart Copeland y las memorias de Andy Summers fue espléndidamente imposible. Así que ahí estuve yo, un sábado de agosto de 2024, a los pies de Andy Summers cantando las canciones que, con el paso del tiempo y el trasegar por recintos innombrables, se habían alojado en mi memoria y mis afectos.
Aupado por el bajista y cantante brasileño Rodrigo Santos y el portentoso baterista João Barone, desde 2017 (10 años después de la última reunión de The Police) Andy Summers cada tanto vuelve a interpretar las canciones que lo consagraron en el olimpo del rock. Y lo hace con gracias y altura. Se nota que se divierte y que, a sus 81 años, lo hace únicamente por ello. No son The Police pero suenan como tal. Lejos de intentar un “cosplay” idéntico, Santos deja de lado cualquier intento de dignidad para cantar los clásicos del power trío londinense como en su momento lo hiciera su principal compositor, mientras que Barone pone todo su oficio al servicio de un repertorio con el que se formó.
La pantalla gigante del escenario, que no cambia en ningún momento del concierto, desde el inicio anuncia con elocuencia de qué se trata el asunto: The Police Greatest Hits. Ni más ni menos. Se trata casi de la reproducción en directo del compilado editado en 1992 con ese mismo nombre. Y nadie espera nada diferente durante 90 minutos. Es un gesto mutuo de agradecimiento: el público del aún flamante Lourdes Music Hall (ubicado en plena calle 13 chapineruna) celebra un cancionero inmarcesible y glorioso, y agradece a uno de sus creadores; Summers y los suyos, por su parte, agradecen la vigencia de ese mismo cancionero y la posibilidad de conocer tierras lejanas por cuenta del mismo; y este servidor, finalmente, agradece la blandura de su corazón para acudir, sin miramiento alguno, al llamado de la policía.