Por: Umberto Pérez – Andres Wolf
Fotos: @andreswolf
Por tercera vez consecutiva, el Parque Metropolitano Simón Bolívar de Bogotá volvió a vestirse de fiesta pop latinoamericana, radiante y colorida, por cuenta del Festival Cordillera, que ya se perfila como uno de los eventos emblemáticos para la industria musical de la capital colombiana gracias a un cartel atractivo y el impacto positivo en la economía local.
A lo largo del sábado 14 y el domingo 15 de septiembre de 2024, bajo un sol incandescente los asistentes al Simón vieron desfilar a una pléyade de artistas latinoamericanos quienes, desde diferentes orillas sonoras, los han acompañado a lo largo de sus vidas.
Los lectores de Puro Rock querrán confirmar el buen momento escénico que atraviesa José Madero. Pues bien, en Bogotá lo ratificó ante miles de seguidores que aguardaban por su regreso desde la separación de Panda. En su concierto, gracias a un repertorio que supo combinar clásicos de su antigua agrupación y temas de su trayectoria en solitario, destiló emoción pura y dura entre los amantes del emo. Por su parte León Larregui, quien había dejado como asignatura pendiente una buena presentación en el Cordillera desde su deslucido show en 2022, se desquitó con un concierto a la altura de su obra. Carismático e intenso, el vocalista de Zoé, conectó directo en el corazón de los asistentes creando un ambiente hipnótico y colectivo.
Reincidiendo en el Cordillera dos años después, Molotov volvió a dejar todo en el escenario ante un público que les quiere gracias a un repertorio repleto de clásicos incuestionables que, sin proponérselo, dotaron a los años 90 de una banda sonora potente e irreverente. En paralelo, los madrileños Hombres G hicieron lo propio con su repertorio, alojado en el alma de los años 80 pero vigente en cada ciudad por la que pasan. No deja de ser sorprendente lo bien engrasada que se encuentra esa máquina del pop-rock español que lo da todo en el escenario en una performance impecable, como si el tiempo no les hubiera pasado.
Argentina también dijo presente. El sinsabor que dejó la cancelación de la presentación de Fito Páez motivada por un accidente doméstico, se reparó por cuenta de Los Fabulosos Cadillacs, Babasónicos, Miranda! y Airbag, entre otros. Esos últimos pisaron suelo bogotano con potencia. A un año de haberse consagrado en el estadio de Vélez, la banda de Tigre, ofreció una de las actuaciones más sólidas del Cordillera por cuenta de un repertorio implacable ante un público entregado que les reconoce entre los grandes del hard-rock del siglo XXI en Suramérica. Miranda! hizo lo propio en un concierto brillante que propició el baile y el desenfado.
Para completar la panorámica completa del rock argentino, y reincidiendo con altura y derroche, Babasónicos y Los Fabulosos Cadillacs volvieron al Cordillera para festejar con decenas de miles de seguidores colombianos y asistentes de otras ciudades del continente. Banderas de Perú, México y Costa Rica, entre otras, desfilaron en el concierto de los Cadillacs para celebrar un repertorio luminoso que ya es de todos. Por su parte, los de Lanús volvieron a dar muestra de elegancia, rock y delirio en un show, en el que se echó de menos la presencia del enorme Carca, con el que recorrieron gran parte de una trayectoria que los ha llevado a la cumbre y a convertirse en una rara avis del rock hispanoamericano que ha sabido conservar su espíritu experimental en medio del éxito comercial.
Pero esa cordillera americana imaginaria que va desde Tierra del Fuego hasta el Río Bravo y atraviesa el Atlántico no sólo baila a ritmo de rock y de pop. La celebración fue completa gracias a artistas gigantes que han construido una obra majestuosa como las montañas. A poquísimos días de anunciar su retiro, la cubana Omara Portuondo, de 93 años, ofreció un recital entrañable; la “Novia del feeling”, acompañada de su orquesta, cantó y bromeó como si tuviera 15, irradiando luz, boleros mediante, en cada corazón presente. Lo propio haría el dominicano Juan Luis Guerra, acaso el gran escritor de canciones de pop latino de nuestros tiempos. Con su agrupación 4:40 convirtió al Simón en una gigante pista de baile de merengue, bachata y balada, que no paró nunca al son de clásicos incuestionables. Por su parte, La Mala Rodríguez ofreció un concierto minimalista y avasallante en donde ella, si figura y su voz ocuparon todo el escenario, como si hubiera dispuesto de él para que sus canciones fueran las protagonistas.
Diversa como la cordillera se ramifica en Colombia, fue la presencia local durante el festival. Aunque menor en impacto comercial que el año anterior con Juanes como artista principal, esta edición celebró la música tradicional del Pacífico con Canalón de Timbiquí, el rock noventero con La Derecha y La Severa Matacera, la champeta electrónica con Systema Solar, la balada pop y el R&B con Lalo Cortés y Juliana, y la canción de autor con Andrés Correa, quien marcara el inicio de la jornada dominguera frente a los cerros tutelares de Bogotá: Monserrate y Guadalupe, y que hacen parte de ese poderosa composición geográfica que es la Cordillera Oriental. El concierto de Correa, que ha sabido labrar un nombre importante alejado de la industria musical, quizás resuma el espíritu sonoro del festival y del mismo continente, su obra desborda rock y pop, por supuesto, pero también música popular latinoamericana: andina, bolero, ranchera, bossa y son, todo integrado bajo el formato canción. Finalmente, es por cuenta de la canción que Latinoamérica se conocido y reconocido más fácilmente y eso es lo que celebra el Festival Cordillera.
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